¿En qué consiste el miedo al compromiso?

Si tienes contacto con personas mayores que tú, tardeo temprano saldrá el tema de “todo tiempo pasado fue mejor”. Por ejemplo, antes las parejas se comprometían en serio, los matrimonios eran sólidos, y no había tanto psicólogo metiendo cizaña por ahí. Ahora, en cambio, la gente le huye al compromiso, y hasta hablan de “fobia”. ¿Pero en qué consiste el miedo al compromiso?

Sentimientos de vulnerabilidad

La humanidad es una especie orgullosa, más ahora que existen tantas herramientas para mostrar, y mostrarnos, al mundo. Esto resulta en una tendencia a esforzarse en “parecer” más que “ser”. El dejar entrar a otra persona y verlo conlleva un gran riesgo de vulnerabilidad, es decir, de dejar que alguien más sepa cómo somos en realidad.

Comparación con malas experiencias

Si se viene de una familia con matrimonios malos, donde hubo casos de violencia, crímenes, abusos, etc., no es raro que no se quiera entrar en una relación seria. El riesgo de caer en la misma clase de relación que tus progenitores es demasiado alto.

Estar en la búsqueda perpetua de “algo mejor”

Ya lo decía un muchacho en una nota periodística sobre las apps de citas: “estoy con mi novia hasta que encuentre una más linda, más sexy”. Hay millones de personas allá afuera, y puede que haya algo mejor allá afuera, por lo que el “juntos por ahora” no es tan extraño.

Tener expectativas poco realistas

Puede que hayas oído el chiste (nada gracioso) que a las chicas las películas de Disney les hacen soñar con un príncipe azul, y las películas porno les hacen creer a los chicos que tienen derecho a una mujer bellísima e insaciable de sexo (con ellos). El principio sigue en esencia en la vida adulta, aunque se apunta a personas existentes, personas que no conocerán ni por casualidad. Gente famosa, que ya ha huerto, que vive en un mundo fantástico, etc.

Sensación de estar “atrapada”

El compromiso puede parecer una jaula llena de barrotes, de la que no se podrá escapar jamás. La diversión termina, la amistad se corta, los sueños se ven derrumbados, y las cadenas de la responsabilidad te hunden en un mar sin fondo. Y eso, sin contar con lo mal que puede ser la pareja en sí, que puede ir desde una persona desagradable a una con tendencia criminal.

Miedo de cómo terminará la relación

A veces, lo que se teme no es a la relación en sí, sino el momento en el que terminará, y cómo terminará. “Para tener una mala ruptura, mejor ni empezar” es el pensamiento predominante, con alguna que otra variante. Y, cuando hay procedimientos legales de por medio, esto es aún más grave.

Tedio ante la falta de diversidad sexual

Quizás, el motivo principal del terror a comprometerse está basado en el apetito, o los deseos, sexuales. Habiendo tanta gente soltera, o que podría tener sexo conmigo, ¿para qué limitarme a un solo individuo? ¿Y si me aburro con esta persona? ¿Y si resulta que no somos compatibles en lo sexual, y tengo que quedarme a su lado por el resto de mi vida?

Pérdida de “espacio”

Cuando dos personas se comprometen, hay un gran cambio en sus vidas. Hay cosas que serán modificadas, otras quedarán afuera por falta de tiempo, recursos o pedido expreso del conyugue, y a veces, pasarán a compartir el mismo espacio físico. Si se aprecia más el propio espacio que la posibilidad de una relación, ¿para qué comprometerse?

Miedo a equivocarse

¿Y qué pasa si esa persona no es tu “media naranja”? ¿Qué pasa si es aquélla, y cometo un error gigantesco que arruina mi vida? Dejando de lado que la gente son seres completos, y no son mitades de nada, aún con la facilidad actual con la que se puede deshacer una pareja, eso no quita que haya consecuencias si se comete una equivocación.

Siempre esconde problemas mayores

El miedo al compromiso no es una enfermedad, sino un síntoma de problemas más graves. Aquí se han repasado algunos, pero hay otros, algunos muy personales, que son aplicables a determinados casos. ¿Malas relaciones pasadas? ¿Pésimos ejemplos familiares? ¿Casos de violencia, maltrato o crimen? ¿Temor a no saber cómo actuar? Puede que no haya un solo motivo, sino varios, y todos se basan en un mismo principio: el miedo.

Imagen de Laura Lauman
Autora del artículo