¿En consiste el arte del coqueteo?

El coqueteo es una forma de conocer personas con el potencial de ser algo más que dos desconocidos. No es algo exclusivo de la especie humana: el entregar regalos, o el hacer una danza, por ejemplo, es común cuando algunos animales desean encontrar pareja o compañía para reproducirse. En el caso de la humanidad, el coqueteo es bastante identificable.

El coqueteo es un arte

Es como una delicada danza que, si se ejecuta bien, puede llegar a sitios interesantes, sean o no los planeados. Requiere tacto, arrojo, memoria, observación, tiempo, paciencia, y sutileza. Si el objetivo se une al juego, mejor aún. Si no sigue la corriente, es mejor retirar el coqueteo.

Nunca incluye desesperación

La desesperación se siente, y espanta. Alguien que intente coquetear pero haya llegado al punto de la desesperación envía mensajes kilométricos por redes sociales, da toques inapropiados y nerviosos, pregunta cosas que no le corresponden, celos… Olvídate de lo que te dicen en las novelas rosa y en las películas románticas, si desespera, no sabe coquetear (o no tiene la paciencia para eso).

Sutileza inicial

Con el advenimiento de los derechos de las minorías y de las mujeres, se puso en claro que había algunas cosas que no se iban a permitir. Por eso, en los primeros pasos se tantea el terreno, intentando ver si hay alguna posibilidad que el objetivo tenga interés o, al menos, no esté en contra de que le coqueteen.

Nunca incluye violencia

Las películas y series dan la idea que a veces (a las mujeres) hay que “hacerles entender” que están coqueteando con ellas, y que su deber es responder, les guste o no, de forma positiva. El utilizar violencia de cualquier tipo (física, psicológica, económica, social, etc.) no es coqueteo, es agresión, una señal de alarma que dice que lo mejor que se puede hacer es huir de esa persona.

Contacto visual

Dicen que si alguien te mira por más de cinco segundos a los ojos, o quiere matarte o te está coqueteando. No por nada en “Memorias de una geisha” se afirmaba que la mirada de una geisha podía hacer que un hombre parase en seco (o chocase en su bicicleta, en la película). Si se tiene una mirada penetrante, el efecto es mucho más notorio. Dice “has llamado mi atención” sin una sola palabra.

No hay una sola clase de coqueteo

Cada persona es distinta a las demás, y puede que lo que te funcione a ti no le sirva a tu colega de trabajo, por ejemplo. Se puede coquetear haciendo reír, o usando el misterio, la sofisticación, hay quienes sólo lo hacen después de la tercera copa, etc.

Recordar detalles

Una forma de hacer que quienes te rodean te recuerden, es que te relacionen con alguna clase de sentimiento o sensación. Si esa persona es la única que recuerda algo que hiciste o dijiste, y lo utiliza para tener algún detalle contigo (un pequeño regalo, alguna frase o recomendación, etc.), el objetivo lo notará.

Romper la barrera del toque

Nunca, nunca, va a por zonas erógenas, eso es como mínimo desubicado, sin contar con que es ilegal. El toque coqueto es suave y se hace como quien no quiere la cosa, a veces breve y a veces prolongado. Lo que se quiere lograr es que el contacto se sienta natural y cómodo, y si la persona a quien se le coquetea muestra incomodidad, se debe retirar y pedir disculpas.

Lenguaje corporal acorde

El lenguaje corporal del coqueteo puede ser algo distinto en hombres y mujeres. Por ejemplo, ellas jugarán con su pelo, mientras que ellos apuntarán con el torso hacia lo que les interese. Una mujer apuntará con sus pies hacia dónde está su objetivo. Si no cruza los brazos sobre el pecho, sea hombre o mujer, es que no quiere poner una barrera entre los dos.

Puede tener distintos objetivos

Están quienes coquetean de forma natural. Hay quienes lo hacen para poder tener sexo, o para lograr un descuento o mejor oferta en una transacción comercial. También están las personas que lo hacen para sentirse importantes, o aquéllas que realmente tienen interés en una relación seria y quieren encontrar a alguien con el mismo objetivo. Aquí no termina la lista, sólo son los motivos más comunes.

Imagen de Laura Lauman
Autora del artículo