¿Qué supone la pérdida de la virginidad?

Esta pregunta, en principio simple y hasta trivial para la actualidad, es algo más compleja de lo que se cree. La virginidad puede ser vista como un regalo, un estigma o algo que se debe perder en el proceso de crecimiento, y hay distintas versiones sobre lo que es perderla.

La definición puede variar de persona a persona

Hay quienes consideran que se es virgen si no se ha tenido sexo genital con alguien del sexo opuesto. Otras creen que el dar o recibir sexo oral, o penetrar con los dedos el ano o la vagina, o tocar los genitales, no cuenta como pérdida de la virginidad. Lo mismo con el sexo anal en el caso de las mujeres, o con las lesbianas que no tienen interés en penetrar a su pareja.

No es lo mismo que la rotura del himen en las mujeres

Por milenios, la única forma de saber si una mujer era virgen, era el comprobar si tenía el himen intacto o no. El problema es que no todas las mujeres nacen con uno, y en el caso de las que sí lo tienen, puede romperse por actividades que no tengan que ver con el sexo, como el montar a caballo, o hacer gimnasia, por ejemplo. Tener el himen roto no significa que ya no eres virgen, si es que tienes una vagina. Si se es varón, no hay forma física de saber si se es virgen.

No tiene por qué ser de un solo tipo

El concepto de virginidad sigue ligado a una relación heterosexual. Siendo que hay personas que sienten deseo sexual por personas de su mismo sexo, o por ambos sexos, ahora se habla de tres distintos tipos de virginidad (y puede que se hallen más en el futuro): la clásica, cuando se tienen relaciones sexuales con otra persona involucrando genitales, la anal, y el tener relaciones sexuales con una persona del mismo sexo.

No tiene la misma importancia en todas las culturas

La virginidad se asociaba con la bondad, la pureza y la belleza en la cultura judeo-cristiana occidental. En realidad, era una forma de controlar la sexualidad de las mujeres. Hay culturas que no dan importancia a la virginidad, o que la consideran algo malo y que debe de eliminarse apenas se pueda.

Algunas personas eligen no perderla nunca

Aquí entran, por ejemplo, las monjas de clausura, si su doctrina es realmente como dicen que es. Hay quienes deciden no tener sexo hasta casarse, usando el llamado “anillo de pureza”, y eluden a todas las posibles parejas. También están las personas que prefieren no arriesgarse a tener una enfermedad de transmisión sexual (aunque el sexo no es la única forma de transmisión que hay), o que temen quedarse embarazadas y no quieren asumir el menor riesgo. Esto último cobra más fuerza (pero no en más personas) en países o zonas donde los derechos de las mujeres, y la salud sexual y reproductiva, son muy limitados o no existen.

Algunas personas no tienen interés en perderla

Las personas asexuales, por ejemplo, pueden pasarse la vida sin sentir deseo sexual, ni tener interés en saber qué se siente el tener relaciones sexuales. Hay quienes sienten repulsión por el sexo, o no encuentran a una persona que les interese lo suficiente como para intentarlo.

No hay edad ideal para perderla, sí “después de…”

Es muy mala idea tener relaciones sexuales antes de los dieciocho, y no sólo porque se es menor de edad en la mayoría de los países. A los dieciocho se tiene más consciencia de las consecuencias que a los trece, por ejemplo. Además, hay menos posibilidades que te manipulen a los diecinueve o veinte años que cuando tienes catorce. Si bien no hay edad ideal, lo mejor es esperar hasta después de los dieciocho, cuando se tiene algo más de madurez.

Debe ser una elección consciente y voluntaria

En un mundo ideal, toda persona que perdiese la virginidad lo haría dando su consentimiento, sabiendo a lo que consiente, y con quien quiere hacerlo. La realidad es otra, y a veces el primer acto sexual sucede en contra de la voluntad de una, o más, de las personas involucradas. De forma algo menos violenta, pero no con pocas consecuencias, hay mitos sobre la virginidad que puede arruinar la vida a una persona, desde las enfermedades de transmisión sexual hasta el embarazo.

Imagen de Laura Lauman
Autora del artículo