Estrategias para aprender a decir "no"

Cada vez que le dices “sí” a algo que te desagrada, le estás diciendo “no” a algo que te gusta. El aprender a decir “no” es parte del aprendizaje de quererse a una misma, algo que es aconsejable que toda persona aprenda. El tema es que puede ser más difícil para algunas personas que otras, o quizás no saber por dónde empezar. ¿Algunas ideas?

Comprende que está bien decir “no”

Hay veces en que tendrás que negarte a algunas cosas. Puede que te sea imposible (“¿cómo que no vienes a mi boda en China?”), o porque es peligroso, o porque no quieres hacerlo. Una cosa es negarte a hacer tu trabajo, otra muy distinta el decirle a tu prima que no le cuidarás los niños el sábado por la noche. Y está bien el decirlo, porque sólo tenemos una vida, hasta que se demuestre lo contrario, y tú deberías decidir cómo, y con quién, vivirla.

Estudia las técnicas de manipulación

No, no propongo que te vuelvas una persona manipuladora, sino que comprendas cómo la gente puede manipular a otras personas, por ejemplo, a través de la culpa o el miedo del “qué pasa si digo que no”. De esa manera, podrás aprender cómo liberarte de esta clase de manipulación, o al menos de las más conocidas.

Comprende cuándo decir “no”

Una cosa en negarte a quedarte trabajando gratis en las fiestas, y otra muy distinta es negarte a vestirte con el uniforme de seguridad del trabajo. Hay cosas que tendrás que hacer si quieres lograr tus objetivos (la tesis para tu carrera, tu trabajo para poder comer, tu parte en un trabajo grupal, etc.), y a otras te puedes negar.

Propón alternativas

Un punto medio entre el “no” y el “sí” es el proponer una alternativa. “No puedo cuidar a tu perro, pero quizás en la protectora local te ofrezcan alojamiento”, es un buen ejemplo. Esto no es necesario, pero demuestra que te interesa ayudar a la persona que te pide algo, aunque no en persona.

Comprende que nunca podrás complacer a todo el mundo

Algunas personas se desesperan por hacer lo que los demás le dicen, piden, o exigen, que haga. El problema es que eso es humanamente imposible. Las horas de tu día son limitadas, tu energía tiene un tope, tu dinero no dura para siempre, etc. Deberás elegir qué quieres, o puedes, hacer, y dejar de lado lo que no puedes.

No te disculpes

Hay cosas que están fuera de tu control, y por lo tanto, no tienes por qué disculparte cuando pasen. Hay otras que están bajo tu control, pero prefieres usar de otra forma: no tienes por qué pedir perdón si no quieres prestarle dinero, por enésima vez, a un amigo que se juega todo en el casino. Tienes derecho a decir no.

Hazlo simple y directo

No tienes por qué dar explicaciones de por qué te niegas a tal o cual cosa. A veces, un simple “no” basta, mientras que en otras será suficiente decir una o dos frases y nada más. Mantén la calma (o aparenta tenerla), la sinceridad y la diplomacia. Hay quienes prefieren un “no” sincero antes que una obvia mentira.

Practica, practica, practica

La primera vez que intentes decir “no” será la peor y la más difícil. A partir de ese momento, las cosas te serán más fáciles la próxima vez que lo intentes, y se hará más y más fácil conforme pase el tiempo. Escribe los motivos por los cuales no quieres hacer algo, más de una vez. Di “no” frente a un espejo, y empieza por decir “no” a algo pequeño.

Coloca límites

Hay cosas que no quieres hacer, nunca, bajo ninguna circunstancia. Tienes todo el derecho a negarte a tener hijos si no quieres tenerlos, a jugar tal o cual juego sexual, a ir a este o aquél sitio, etc. Si hay alguien que te pide que hagas algo, y ese algo implica romper tur límites, el “no” es un derecho y tú tienes toda la razón de ejercerlo.

Si “dejan de quererte” por decir no, nunca te quisieron

Esto es mucho más notorio en las mujeres, a quienes la cultura y la sociedad educan para que se dejen de lado para el bien, el beneficio y la comodidad de los demás. Si se enojan, o cortan los lazos, porque les has dicho no, quiere decir que te veían como un recurso siempre disponible, no como una persona. Y tú eres una persona, que merece que la traten como tal, no una esclava.

Imagen de Laura Lauman
Autora del artículo