Características de la galantería

El mundo sigue girando, y no para ante nadie. Los tiempos cambian, y hay palabras que quedan en desuso, debido a que los conceptos que representan, o han cambiado, o dejaron de existir. Algunas palabras nacen en un tiempo y lugar específico, y luego desaparecen sin pena ni gloria, mientras que otros se adaptan a nuevos tiempos. Como la galantería y lo que la caracteriza.

Humanidad

La galantería y el orgullo sin incompatibles. Una cosa es tener autoestima, otra muy distinta es creerse que eres mejor que el resto del mundo. En este caso, con humanidad se refiere a ser social y atento con la mujer que se tiene al lado (por lo general, la pareja), sin avergonzarse de lo que se hace.

Amabilidad

De la clase que tienes con una abuela querida, por ejemplo, no con la que te soborna con dinero o cosas ricas. El hombre galante es amable con las personas (aunque no tiene por qué serlo de igual manera con todas), porque considera que así aporta su granito de arena al mundo, no para obtener un beneficio.

Buenos modales

Un hombre galante no está a salvo de ciertas funciones corporales, pero no hará esfuerzos por eructar en la mesa, por ejemplo, y se disculpará si sucede. Los buenos modales no cuestan dinero, se hacen notar cuando están, y son un manchón horrible cuando no se los tiene. La galantería y los buenos modales son inseparables.

Carencia de apuro

Una de las diferencias que más rápido se notan entre un Casanova y un galán es su apuro. El Casanova sólo busca tener una conquista más, mientras que el galán se toma su tiempo, y puede que ni siquiera busque una relación. La cultura machista le dice a los varones que el sexo es un premio, algo que ganar o tomar, pero el galán no lo ve de esta manera.

Pensar en el bien de la otra persona

Hay quienes se aprovechan del buen corazón de la gente y le roba su dinero, por ejemplo. Un galán no se aprovecha de que a una dama se le esté abriendo el cierra del vestido, sino que le dice, de forma discreta, lo que sucede. Aquí es cuando el grupete de varoncitos (con actitud de adolescente) lo abuchea, ante la buena acción del galán.

Halagar, no acosar

Mujer camina por la calle, hombre le grita algo, mujer no hace caso, hombre al final la insulta. O, quizás, la mujer aprieta el paso y el hombre se ríe. Un acosador disfruta con el miedo que la causa a la mujer. El galán, por otro lado, comenta, con buena intención, sobre las cualidades de la fémina en cuestión como si fuese algo natural, de pasada, y comprende (y se disculpa) si ella no se siente halagada. La sutileza, el buen gusto y el ingenio están muy presentes aquí.

Es una actitud gratuita, no una pose

Hay personas que pretenden ser algo que no son. Hay quienes lo hacen mejor o peor, y de seguro te acuerda de algún que otro ejemplo que te habrás topado. Ser galante implica hacerlo con sinceridad, no como una actuación, esperando algo a cambio (en este caso, favores sexuales, seguidos de lejos por otras cosas).

Ser agradecido

Más allá de los bueno modales, el galán sabe reconocer cuándo se le ha hecho un favor, aunque sea años después. Las personas evolucionan, y sus habilidades cambian, se refinan, o se dejan de lado por otras. El galán agradecerá los favores y reconocerá el bien que le han hecho.

Saber qué sitio ocupa hoy en día

Algunos gestos considerados “galantes” por algunos hombres son, en realidad, una forma sutil de decir que la mujer es débil, o no puede cuidarse sola, o no sabe lo que es bueno para ella. Si la mujer tiene algún gesto “galante”, el varón ídem no se lo tomará a mal, sino que comprenderá que ella le dice que es independiente y capz, pero que elige estar con él. Una declaración de igualdad o, al menos, de no-inferioridad.

Era exclusiva de los hombres

Allá lejos y hace tiempo, cuando empezaba a llamarse a la galantería como tal, era algo que sólo hacían los varones. Y, hoy en día, también. Las actitudes galantes, en una mujer, se ven con otros tonos, por lo que sólo se le define como tal si quien tiene esa actitud es un varón. Al menos, de momento, porque ya sabes, los tiempos cambian.

Imagen de Laura Lauman
Autora del artículo