¿Es verdad que del amor al odio hay un paso?

Es más probable que lo hayas visto en las películas, o en las telenovelas, que en la vida real. Por regla general, una mujer que amaba a un hombre pasa a odiarlo, por algo que él hizo (en el presente o en el pasado). Quizás tienes a alguien de tu entorno que te dicen que eso son tonterías, que sólo se da en la ficción. ¿Segura?

No es algo de sólo ficción

En el año 2.000, la periodista Marisa Grinstein publicó en Argentina el primer libro de una trilogía que ganó gran popularidad, aclamación de la crítica y el público, y el salto a la televisión: “Mujeres asesinas”. Allí narraba casos reales de mujeres que habían asesinado, qué las llevó a ello, cómo, y qué sucedió después. Si bien el tema del “amor al odio” es muy usado en ficción, en esta trilogía de libros, una joya en la literatura policial argentina, se pueden ver, en algunas de las historias, cómo se pasa del amor al odio. Es más peculiar porque aquí las mujeres son victimarias, no sólo las víctimas.

No se limita a un solo sexo

Puede que se tenga en el imaginario la idea que sólo las mujeres pasan de un sentimiento al otro, pero los varones no escapan a esto. A las mujeres se nos dice que el amor es una meta que debemos alcanzar, y cuando esa meta se cae por culpa de alguien, no es raro que odiemos. Los varones expresan su odio de otras maneras, muchas veces más violentas, y por regla general se les excusa por “emoción violenta” en los casos que terminan en crimen... y no tienen el mismo criterio con las mujeres en la misma situación.

Después de todo lo que hice por ti…”

¿Qué lleva a una persona, digamos B, a odiar a quien antes amaba? Pues una traición. Quizás la confianza que B tenía con la otra persona no era recíproca, y en vez de llevar a una relación beneficiosa para ambas partes, terminaron dañando a terceras personas. O puede que todo haya sido una forma de hacer daño, engañar o robar algo a B.

Puede ser un mecanismo de defensa

A veces, o que hizo que esa persona cayese de tu gracia fue el que no pudiste negar algo evidente a cualquier otra persona. Pensaste que el poder del amor le cambiaría a una persona decente, y por ella diste todo. El odiarle es una forma de sanar tus heridas, que pueden no limitarse a tu amor propio herido. La alternativa a odiarle es romper a llorar y sentir pena, vergüenza y desprecio por ti misma por semanas. Hay quienes prefieren lidiar con eso más tarde, y concentrarse en otras cosas mientras tanto.

Puede ser un punto de inflexión

Cuando pasas de amar a odiar a alguien, puede que decidas usar una ruta algo menos transitada para tramar tu venganza. ¿Cuántas canciones de artistas femeninas hablan de sus horribles exnovios, y de cuánto les detestan? Quizás este no sea tu escenario, pero cuando has amado y has pasado a odiar, por más que duela, serás más sabia. Quizás sea eso lo que te termine de convencer que, en realidad, no quieres tener pareja, que prefieres concentrarte en esa carrera que siempre quisiste hacer, por ejemplo. A la… miércoles el matrimonio perfecto, es hora de ser la clase de mujer soltera que siempre deseaste ser.

Son muy similares en el sentido biológico…

El odio tiene muchas cosas en común con el amor. Algunos de los circuitos nerviosos que se activan cuando vemos a alguien que odiamos, son los mismos que se activan cuando vemos a quien amamos, en concreto en el putamen y la ínsula, localizados en el cerebro. Esto explicaría, en parte, por qué tanto el amor como el odio pueden llevarnos a un comportamiento irracional y extremista (heroico o malvado).

pero hay diferencias biológicas también

Siendo que son tan parecidas, ¿qué hace que se diferencien? Si nos limitamos al cerebro, cuando una persona está enamorada, grandes partes de la corteza cerebral, asociada con el juicio y el razonamiento, se desactivan, mientras que cuando esa misma persona odia, sólo se desactivan pequeñas áreas. Es por esto que, cuando odias a alguien, buscar cosas detestables para odiarle más y planear cómo “devolvérsela”, pasando por alto todo lo que contradiga nuestras ideas preconcebidas sobre cuán mala es esa maldita persona.

Imagen de Laura Lauman
Autora del artículo